Al igual que pasa en las películas, el uso efectivo (o la falta de uso) de la música en los videojuegos ha demostrado ser la diferencia entre un clímax emocional totalmente diferente y único, a dejarnos con una sensación de vacío, donde nos cuestionamos lo que de otro modo hubiera podido ser un momento cautivador para lograr la intensidad suficiente para erizarnos la piel.
Tal y como ha pasado en los últimos años, la industria narrativa ha ido creciendo a grandes pasos. Tales han sido los avances que a veces nos cuestionamos si estamos jugando a un videojuego o si se trata de una película. Ésto mismo que acabo de comentar, también se puede aplicar al uso de la música en los videojuegos, ya que ha experimentado un gran desarrollo en muy poco tiempo.
Como todos los videojuegos deben girar en torno tanto a su narración como a su jugabilidad, la música cobra un gran sentido, puesto que es el acompañante que debe describirlo todo. Nos bastaría con cerrar los ojos para imaginarnos la secuencia que teóricamente deberíamos estar jugando.
La evolución del entretenimiento electrónico ha recorrido un largo camino desde sus inicios con bandas sonoras de 8 bits. Mario Bros. y Legend of Zelda son un claro ejemplo de ello. La música ha respaldado por sí sola alguno de los mejores momentos de los videojuegos de todos los tiempos, sin embargo, algunos títulos han ido un paso más allá, basando todo el videojuego en cuestión entorno a su música y atmósfera.
Bienvenidos una vez más a Tira del Cable, vuestra revista independiente que intenta plasmar la realidad del mundo de los videojuegos de una manera diferente a los demás.
Alrededor de los finales de los años 70, cuando los videojuegos empezaron a surgir como una forma popular de entretenimiento durante la conocida “edad de oro” de los videojuegos arcade y de la segunda generación de consola (actualmente podríamos decir que estamos en la octava generación casi novena, ya que PS4 y Xbox One podrían equipararse a la 8º generación, pero con la llegada de Ps4 Pro, Xbox One y Nintendo Switch parece que no acabe de quedar muy claro), la música se creó a través de simples chips sintéticos que se usaban para generar sonidos musicales en el estilo apropiado.
Anteriormente, la mayoría de los videojuegos eran totalmente silenciosos, o solo emitían pitidos y boops extremadamente simples, como en Atari’s Pong, lanzado en el año 72, fue entonces cuando los clientes comenzaron a esperar cierta música de fondo en los videojuegos.
La simplicidad de la música de 8 bits de esa época seguramente te evoque cierta nostalgia, especialmente si naciste entre los 70 y los 90. Incluso el concepto de videojuego en cuestión era percibido como algo más serio que ahora, donde los percibimos como una clase de pasatiempos.
Yo personalmente sigo experimentando ésta misma sensación de explosión nostálgica cuando escucho por ejemplo el tema de apertura de la Playstation original.
Con el paso de los años, la música en los videojuegos se ha desarrollado tan rápido como su tecnología, actualmente es un buen momento para disfrutar como jugador, puesto a que hay infinidad de categorías y géneros a las cuales nos podríamos pegar para no salir. Además de de la tecnología que nos permite crear la atmósfera dentro de la historia y del entorno de cada nivel, la música se ha utilizado para comunicar cierta información de manera directa a los jugadores con un toque más artístico, esto se podría atribuir a las bandas sonoras dinámicas.
Las bandas sonoras dinámicas se usaron por primera vez en el revolucionario juego RBI Baseball en el año 1987. Estas bandas sonoras se alteraban y variaban en función de las acciones del jugador. Musicalmente, juegos como Elder Scrolls V: Skyrim son capaces de transmitir la misma sensación que te producían los juegos de antaño, donde puedes quedarte embobado contemplando una impresionante aurora que travesaba las montañas cubiertas de nieve, todo esto acompañado de una delicada melodía a violín. Pero no olvidarnos, de que cuando entrabamos en combate, los tambores empezaban a rugir, anunciando que el el contrincante se acercaba.
Esto obliga a los compositores a ir más allá de las emociones habituales a la hora de componer una banda sonora para un videojuego, creando partituras las cuales, una vez sean tocadas con los instrumentos adecuados, nos cautivarán los suficiente como para extraernos dichas emociones de las cuales estamos hablando. Estas bandas sonoras también son lo suficientemente precisas como para permitir una transición cómoda a la siguiente canción en cualquier momento, sin previo aviso y sin que se note.
Los videojuegos juegan con la información que poseen, pues a raíz de eso nos intentan provocar unas u otras emociones, y es que esta información debe comunicarse de forma creativa. Incluso sin un banda sonora dinámica y compleja, la música puede comunicar información tan simple como pasarte un nivel o un juego. Estos sonidos pueden ser aún más memorables que los juegos en sí.
Sin embargo, al igual que en una película, crear una atmósfera en específico es una función mucho más importante para la música. Crear una ficción inmersiva en la que la narración (parte en la que cualquier desarrollador busca crear un videojuego popular y que sea aclamado) y la música se unan para crear una obra maestra es muy difícil.
Ya sea diagéticamente (esas canciones que escuchamos por parte directa por el personaje) como las estaciones de radio en Grand Theft Auto 5, o no diagéticamente, como el exquisito y sinfónico de la moneda en cualquier videojuego de Super Mario, una canción o música apropiada puede hablar por encima de todo en el mundo del protagonista.
Por otra parte, en los juegos de lucha o acción, la música puede manipular directamente nuestras emociones y hacerlas jugar como si de un juego se tratara. The Last of Us era hermoso en muchos sentidos, pero su comprensión a la hora de poner en práctica la música no estaba muy a la par que el del nivel de su narración.
Experimentamos historias y vidas de personajes de ficción porque hemos decidido sentirlo. Queremos llorar por la pérdida de personajes que amamos, o reírnos cuando logran sus sueños más ansiados, tal vez para distraernos de las emociones reales que evitamos en nuestra vida cotidiana.
Los ritmos que cuentan con un ritmo más frenético utilizan el rol de la música en otro contexto y logran ir más allá, generando un género completo en torno a su rendimiento y estilo de vida. Los ejemplos por excelencia son Guitar Hero y Rockband, donde los jugadores aplastan botones que simulan las cuerdas de una guitarra durante varias horas seguidas horas.
La edad de oro de Guitar Hero revolucionó el género por completo, pudiendo cumplir el sueño de tocar en una banda “real”. Estos juegos permitieron que las fantasías de las personas cobrasen vida de una manera más directa. Unos años más tarde, Ubisoft llevaría este género más allá con Rocksmith, presentado en 2012, que permitía a los jugadores conectar cualquier guitarra eléctrica a la consola o al ordenador para mezclar el estilo más friki con el más salvaje.
A pesar de mi amor por los videojuegos, la música es sin lugar a dudas mi forma de expresión favorita. Pero estoy muy satisfecho de que música y videojuegos estén en sincronía y podamos disfrutar de los dos en una simple pieza.
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